No se muy bien a quién va dirigido esto, si al verano, si a Septiembre, o si a mí misma.
 Estos tres meses, como para la mayoría de vosotros, habrán sido una locura; el final del curso, con lo que ello conlleva, viajes planeados o inesperados con familia y amigos, noches de fiesta, otras de bohemia y de ilusión, nuevos inicios, pero también despedidas.
 Estas últimas nunca tienen un sabor definido, un sabor exacto, porque quizás algunas las deseamos con impaciencia, mientras que otras, nos dejan rota el alma.
He tenido una experiencia que quería compartir con vosotros, o  puede que no, que se quede en un cajón, como tantos otros pensamientos que nadie más leerá.
Me debo a mí misma, guardar en mi memoria los detalles, pero también me debo el expulsar lo que siento, antes de que se produzca un agujero difícil de cerrar.
Esta es mi forma de pedir ayuda supongo.
He comprobado que la gente a la que quiero a mi alrededor se va, o simplemente confundo la ilusión con el engaño, tal como Don Quijote y creo demasiado en la bondad de las personas.
Has sido esperanzas recientes, has sido ese sueño imposible que pensaba que  no llegaría y has sido la vuelta a la cruda realidad de la ilusa María, la que siempre vuelve con las alas rotas, triste, porque ni siquiera pudo empezar a volar.
Y créeme que quiero echarte la culpa, como si la tuvieras y así, haciéndome un poco la víctima pueda tapar este vacío, en toda partes. Pero no, porque al final es verdad que me lo dijiste, y que las mejores personas son las que más ocultan.
Ni conociéndome a mí misma, ni con miles de advertencias de dentro y de fuera, he podido parar a tiempo.
 A fin de cuentas, soy como siempre, la que cae en todo, la que nunca se rinde, pero la que se choca mil veces con la piedra, aunque se vista de seda,¿ o no era así?

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