Mensaje para ti.

Hoy, agobiada como segundo de bachillerato ya me anunciaba, he actuado heróicamente y he soltado los libros y dejado de estudiar. No me ha apetecido hacer una cosa mejor que releer apuntes de años anteriores, especialmente del año pasado, como quién ve una revista donde él mismo es el redactor jefe.
 Sin duda, me ha servido de fuente de inspiración. Y creedme cuando digo, que es muy valiente perder tiempo de estudio ahora mismo, en sentarse a escribir como estoy haciendo. Pero me he propuesto volver a Ítaca.
Llevo algún tiempo queriendo analizarme, como quien escudriña entre sus pensamientos buscando qué es lo que anda mal, y definitivamente, no es la presión de segundo de bachiller, ni el agobio de la reciente llegada de los exámenes, ni siquiera, la autoexigencia que llevo aplicándome desde que llegué al nuevo instituto.
Ahora reconozco que me sentí afortunada, cuando llegue al centro. Ya a finales de mi etapa en los gruesos muros de la vecina de la pequeña giralda, el sitio que para mí será el inicio de todo, donde acudo cuando necesito un hogar, tuve la suerte de contar con mi gran mentora, la mujer que ha hecho que me apasionen las humanidades y que ame la Filología.

Definitivamente,más tarde mi sino me trajo a profesores increíbles, y asignaturas enriquecedoras. 
Y es que, lo que más echo de menos este año, es la presencia de docentes que valoren con mayúsculas su trabajo y nos hagan valorarlo a los demás.
Quizás este texto no tenga la pretensión de criticar a ningún maestro; llamándolos así por su raíz en “magíster”, significando para mí, esa persona que pone todo lo que sabe en tus manos, para hacer de ti una mejor versión que el mundo en un futuro pueda disfrutar.
En cambio, no juzgo la actitud de quienes no están logrando dicha meta. 

Al contrario, pienso en ellos y los entiendo. Porque yo misma no estoy siendo capaz de ayudarme, de recomponerme.
Llevo un tiempo reflexionando, añorando esa antigua suerte de que el profesorado de Lengua y Literatura me haga amar su asignatura, como ya hacia anteriormente.

 No he dejado de quererla, porque por encima de todo, las palabras siempre han sido mis compañeras cuando todo se volvía oscuro. Recuerdo perfectamente, como de pequeña, ya escribía diarios de aventuras imaginarios, como si de cápsulas del tiempo se tratasen, intentando recoger en ellos  mi mundo interior, que no siempre fue guiado por el mismo reloj que llevaba la realidad. 
 Mi padre, a quien yo siempre he admirado sobre todas las cosas, se encontró una de tantas hojas emborronadas y me dijo que veía cosas muy bonitas, que reconocía un trabajo hecho con cariño en ellas, que le había gustado lo poco que mis cómicas y ya amarillentas hojas habían podido recoger. 
Supongo que quería ser Romántica desde mi niñez.
Mientras escribo esto, no cesan de caer lágrimas, que sin duda son no solo de felicidad, sino de sentimiento puro y fuerte. Ni yo misma he sido nunca consciente de lo que me hacían sentir.
La mayoría de las veces, no doy gracias a esta vida que me ha tocado vivir de poder disfrutar de otros, que antes que yo ya amaban, se sentían traicionados, lloraban, eran despreciados, lo pasaban mal, pero también eran queridos, disfrutaban de la juventud y de la vida en sí. En ellos, he tenido el mayor y mejor espejo siempre.
Pero aún reconociendo su labor, no me queda un buen sabor de boca. Sigo echando de menos. Y es que, he estado rodeada toda mi vida de atrapatalentos. No se si es que no he sabido aprovechar las oportunidades, o que sin más, a veces se acaban.
Me daba rabia hace pocas semanas, ahora solo duele, haber perdido el escudo protector de esa mentora y ese atrapatalentos.
En esos apuntes raídos de literatura universal, más por el mal cuidado de ellos que por su antigüedad, desbordaba la pasión. Esa etapa de mi vida fue la más sincera, la más creativa, donde más aprendí. Y aún, reabriendo sus páginas, me atrevo a recordar lo mucho que he amado los cuentos de ciclopes y sirenas, de dioses demasiado humanos, de fantasías inimaginables, de seres incansables y de astucias e intrigas. Me han vuelto a atrapar Homero, Pío Baroja, Chéjov o Neruda. Porque me han recordado esa alianza de por vida que hice con ellos, no una excluyente, sino una para compartir con todos.
Siendo probablemente incomprendida, por un sistema educativo que no es el mejor, unos docentes que no siempre son los más idóneo e incansables lecturas obligatorias.
Antes bien, recuerdo de nuevo con cariño, a quien me dijo que necesitaba decirme que creía en mi para seguir adelante, quien ha estado para cubrirme en su hogar siempre que lo he necesitado y para demostrarme que la sociedad se merece una segunda oportunidad.


Finalmente la niña que sigue llena de miedos e inseguridades, y que aún haciendo creer a todos que es fuerte, ha descubierto a los demás su vulnerabilidad, ha vuelto a ser lo que era, aunque solo sean unos breves minutos. Y de mayor, ojalá esa niña sea una de esas docentes.


Comentarios

  1. Tu talento sigue alimentándose con tu tenacidad y tu pasión. El placer fue mío por tenerte como alumna. Cuando alguien como yo da una clase de Literatura aspira a calar en el alma de algún alumno o de alguna alumna. Si lo logré contigo ya puedo darme por satisfecho por elegir esta profesión. Pero mi oficio, el tuyo también-nuestro oficio por tanto-es escribir. Para eso debemos observar, mirar calladamente, aislarnos a veces del druido de la multitud enloquecida por las prisas y la inmediatez y sentarnos a pensar en qué hemos visto, qué sensaciones nos ha provocado. Por eso somos los raros de las pandillas, como el albatros de Baudelaire: hábil y magnífico en el cielo inalcanzable para los humanos y torpe y fuera de lugar al andar con las patas sobre el suelo que pisa el resto de hombres y mujeres. Asumámoslo con insolente orgullo, que diría Rubén Darío: Sí, somos escritores y no solo no nos importa que nos miren como a bichos raros, sino que hemos hecho de nuestra rareza nuestra fuente de atractivo para quienes quieran mirar y sepan apreciarlo. La literatura siempre me salvó la vida, sospecho que como a ti, y fue mi primer pan y mi primer amor, y siempre me ha sido fiel y siempre le he sido fiel. Tú traías a clase tu pasión, que era tuya sin tutelas. Yo solo espero haber contribuido una pizquita a haberla hecho prender más. Sí así ha sido, seré inmensamente feliz y solo podré decirte de aquí en adelante: habla, grita, canta, escribe hasta quedarte sin voz... Pero que sea tu voz y que yo la reconozca.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Se echaba de menos esta forma de reflejar lo que se siente. Gracias por no desparecer del todo. Venía en el momento justo. Me he pedido por mi cumple la primera entrega, al menos conocida para mi, de tu libro. Más vale tarde que nunca. Besitos.

      Eliminar
    2. Espero estar a la altura de tus expectativas como ávida lectora. Cuando lo tengas será muy grato para mí escribirte una dedicatoria especial. Un beso.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares