RESEÑA DE EL DIA QUE SE PERDIÓ LA CORDURA, POR MARIA RUIZ
Javier Castillo. El día que se perdió la
cordura. Impreso en Liberdúplex, Sant Llorenç d´Hortons ( Barcelona), primera
edición de febrero de 2017, 449 páginas. La presente obra tiene por idioma
original el español.
Se trata de un thriller, tal como anuncia su sinópsis que comienza un 24 de diciembre, y lejos de lo que se imagina, no narra nada parecido a una estampa navideña; un hombre camina desnudo con la cabeza decapitada de una joven. Entran en juego el Doctor Jenkins; director del centro psiquiátrico de Boston y Stella Hyden, agente del FBI, quienes comienzan una investigación que no los dejará salir ileso. El doctor pierde a su hija, la agente gana una familia del modo más escabroso imaginable. Durante sus casi 450 páginas vivimos momentos de ternura, de pérdida de cordura, de miedo incluso.
Se trata de un thriller, tal como anuncia su sinópsis que comienza un 24 de diciembre, y lejos de lo que se imagina, no narra nada parecido a una estampa navideña; un hombre camina desnudo con la cabeza decapitada de una joven. Entran en juego el Doctor Jenkins; director del centro psiquiátrico de Boston y Stella Hyden, agente del FBI, quienes comienzan una investigación que no los dejará salir ileso. El doctor pierde a su hija, la agente gana una familia del modo más escabroso imaginable. Durante sus casi 450 páginas vivimos momentos de ternura, de pérdida de cordura, de miedo incluso.
El libro lleva la narración en varios
tiempos: un pasado en Salt Lake hace 17 años, un pasado reciente en torno a la
fecha navideña y el presente inmediato donde se desarrolla la investigación.
Lo que más me maravilló del libro fueron
las citas aludiendo a otros grandes, como Márquez, Stephen King y Orwell entre
otros.
Sin duda ha sido una obra mágica aunque de
las que dejan un vacío por la pérdida que sientes tuya, a la vez que te deja
con ganas de más. Por último, destaca su final inesperado.
El autor, comentado anteriormente, Javier
Castillo, andaluz, malagueño, es consultor de finanzas corporativas, y ya desde
su niñez comenzó a escribir relatos.
Para mi sorpresa, la historia queda
envuelta en un halo de magia, con la distinción especial del asterisco que
tantas muertes produce en los Estados Unidos desde 1997. Una madre loca y
paranóica, que también se podría pensar que es visionista, una sociedad
secreta: ”los 7”, que al más puro estilo masón se reúne cómo la élite para determinar el futuro según unos nombres
escritos por quién sabe quién en realidad.
Aparece entonces una reflexión bastante
interesante. Debemos juzgar nosotros como lectores si dichos
asesinatos estaban justificados para impedir una desgracia mayor, es decir, ¿el
fin justifica los medios?
Debo añadir que en cuanto a la forma en la
que se iba desarrollando la trama, lo que más me enganchó fue el hecho de la
tan estrecha relación entre los que al principio eran solo desconocidos y la
dureza de los actos cometidos tanto por Jacob como por Steven, de la que surge
otra reflexión, que esta vez es la fuerza del destino y cómo una persona nubla
su entendimiento y puede incluso destrozar su vida y la de los demás a su
alrededor cuando quiere, en este caso sin mucho atino, salvar lo que más ama.
Sale a relucir el amor incondicional familiar y la relación difícil entre
padres y adolescentes.
Por otro lado algo que me chocó y al
principio no me gustó de la obra fue que el romance entre Jacob y Amanda no
venía nada a cuento; quiero decir, encajaba en la historia como el típico amor
de verano pero en mi opinión, no se conocían absolutamente de nada como para
que el chico, tras la desaparición de esta, lo tomase como algo tan personal
hasta el punto al que llegó, pero supongo que esa fue parte de la salsa y la escusa
para la continuación de la novela. Añado a esto, que pese a todo, la
descripción de los sentimientos tanto amorosos, como la ira, el enfado, la
preocupación o la tristeza, son transmitidos de tal manera que justifica
tremendamente la rapidez que era causa de mi queja. Sinceramente me he sentido
muy identificada con casi cada una de las frases.
Puestos a profundizar, se me viene a la
cabeza el pasado de Jacob, un chico que con apenas 14 años ya ha sufrido lo
indecible por culpa de un padre maltratador y una madre que consiente ese
maltrato, y la posterior muerte de esta a manos del mismo. Esto es lo que lo
lleva a que, tras la desaparición de Amanda, no se piense dos veces el perseguir a quién haga falta, y cuando se entera de la “relación” de Amanda con
la agente Stella, logre su encuentro. Así nos demuestra Javier una vez más, que
todo en El día que se perdió la cordura
está predeterminado.
Para finalizar me gustaría compartir una
visión que recreé en mi cabeza tras leer el libro, y es que toda la historia es
similar a la cabeza degollada que lleva Jacob al comienzo, inerte, sin vida,
descorazonadora pero con un secreto que merece ser desvelado. Con el paso de
las páginas, esa cabeza en mi imaginación se fue pudriendo, cuanto más lúgubre
o quizá morboso comenzaba a volverse todo. Pero no sé exactamente cuándo, esa
cabeza comenzó a desaparecer, no como símbolo de algo malo ni mucho menos,
tampoco como si se estuviese dejando en el olvido. Esa cabeza, de una de tantas
chicas asesinadas, fue dirigiéndose al lugar donde habita no el olvido, sino la
paz. Una vez que se va resolviendo el enigma, y con ello el crimen, una vez que
Jacob va contando todo a Stella y ella se da cuenta de quién es en realidad,
una vez que Laura aparece y los siete son descubiertos, aunque no sabemos si se
impone castigo real, una vez eso ocurre, los terribles acontecimientos desde
antes de 1997 tienen su “Sit tibi terra
levis” particular. Por eso esta historia merece ser leída.
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